5 aspectos muy negativos de la modestia
Última actualización: 17 marzo, 2023 por Julio Rosales
«La modestia es una molestia» es una frase que todos aquellos que me conocen, sobre todo mis clientes de coaching, me han escuchado decir alguna vez (o muchas). Y es que, en mi opinión, confundimos modestia con humildad en demasiadas ocasiones y este error nos hace flaco favor.
Veamos qué dice la RAE sobre la modestia: «Virtud que modera, templa y regla las acciones externas, conteniendo al hombre en los límites de su estado, según lo conveniente a él». No se si acabo de entender el significado, pero lo que queda claro es que se considera que la modestia es una virtud. ¡Discrepo! Yo definiría la modestia como la acción de ocultar, disimular o negar deliberadamente cualidades y aptitudes positivas que poseemos. Y ¿para qué? La respuesta es triste: para que los demás no se ofendan con nuestras cualidades destacadas. Si esto es una virtud, que venga Beyoncé y lo vea. Si a Fulanito le molesta que yo sea brillante en algún aspecto, ¿el problema mío o de Fulanito?
En no pocos de los talleres que imparto para desempleados, concretamente en aquellos en los que nos entrenamos para afrontar una entrevista de trabajo con éxito, me encuentro que mis alumnos tienen mucho pudor a la hora de hablar de sus logros, éxitos, talentos y capacidades. «No quiero resultar prepotente en la entrevista», me suelen decir. A lo que yo suelo responder con la pregunta «¿si una entrevista de trabajo no es el momento de hablar bien de uno mismo, cuándo lo es?» Y es que en estas situaciones tenemos dos opciones: o nos llevamos a nuestra abuela a la entrevista o hablar nosotros mismos de aquello que nos hace destacar.
Resumo en los siguientes 5 puntos aquellos daños que nos está causando el hecho de ser tan modestos.
1. Perjudica nuestra autoestima
Nos han inculcado que la modestia es una gran virtud de tal manera que son poquísimas las ocasiones en las que hablamos de nosotros en términos positivos. Tan es así que cuando alguien descubre alguno de nuestros talentos y hace mención del mismo, nos apresuramos en negarlo o quitarle importancia con frases como «no es para tanto, cualquiera puede hacerlo igual que yo». Es más, en ese afán por no resultar prepotentes acabamos incluso destacando lo malos que sentimos que somos.
Este hábito de hablar mal de nosotros mismos acaba minando nuestra autoestima, dado que nuestro cerebro archiva y fortalece nuestros pensamientos recurrentes.
2. Nos impide alcanzar nuestras metas
Al comenzar un proceso de coaching es imprescindible saber con qué herramientas contamos par alcanzar nuestras metas, entre ellas, las más importantes son nuestros talentos y capacidades. El problema es que a fuerza de ocultarlos, acabamos creyéndonos que no poseemos herramienta alguna con la que trabajar en nuestras metas, nos sentimos incapaces, lo que nos acaba generando, sin duda, frustración. En muchas ocasiones, ni siquiera lo intentamos. Por otro lado, si ya tendemos a ocultar nuestros talentos para evitar susceptibilidades ajenas, imagina alcanzar el éxito. ¡Imagina que los demás vean que la vida me va bien! Preferimos no alcanzar metas a despertar envidias.
3. Juzgamos mal a los que sí hablan bien de sí mismos
Dado que como he dicho, solemos confundir modestia con humildad, tendemos a tachar de prepotente y engreído a aquella persona que habla con naturalidad de su potencialidades. Es necesario entender que lo que hace que una persona sea humilde es el hecho de que, por muchos talentos o posesiones que tenga, no se siente superior a los demás. Añadiría que tener un gran talento y fingir que no lo tenemos para que los demás no nos juzguen es una hipocresía. Para que se entienda, es muy diferente decir «yo toco bien la guitarra» a decir «yo soy el mejor tocando la guitarra y tu eres un ignorante porque no eres capaz de juntar dos notas». ¿Se aprecia la diferencia?
4. Alguien puede llevarse todo el mérito
En el mundo laboral, una persona que hace bien su trabajo y además se molesta en que se sepa, tiene muchas más posibilidades de promocionar que aquella que no deja ninguna constancia de su buen hacer. En ocasiones, en nuestro afán por ser modestos, llegamos a permitir que otros se cuelguen nuestras medallas. Bien, si eres de los que permite que esto suceda, no puedes responsabilizar a nadie más que a ti mismo.
5. Minimiza nuestra marca personal
En uno de mis talleres de formación ocupacional de 4 días, después de varias dinámicas y role-play de entrevista, una alumna me dijo «yo hablo 5 idiomas con fluidez». Cuando le pregunté que por qué no lo había dicho antes, me contesto lo típico: «no quería resultar prepotente». Yo me pregunto, ¿todas las horas que una persona dedica durante años a poder hablar con fluidez 5 lenguas, no le da derecho a pode manifestarlo con naturalidad? ¡¿En qué mundo vivimos?!
La marca personal es la huella que dejamos en los demás, es decir, lo que la gente piensa y recuerda de nosotros. En mis procesos de coaching de marca personal nos concentramos en que el trabajo, el talento y las cualidades de una persona sean conocidos por el mayor número de personas posible, lo cual favorece enormemente la proyección profesional. ¿De qué te sirven toda tu formación, tu experiencia, tu valores, tus aptitudes… si nadie las conoce? Hay una gran diferencia entre la persona que quiere ser cantante y espera ser descubierta por casualidad en un karaoke, a la que crea un canal de youtube donde millones de personas pueden disfrutar de su talento.
¿Y tu que opinas? ¿Te molesta el talento ajeno?
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